soltar el control

SI TENGO UN PROBLEMA

Cuando vivimos desde la mente y tenemos un problema o hay algo en nuestro vida que nos preocupa, que creemos que está desajustado, que nos asusta, lo que solemos hacer es llevar toda nuestra atención a eso que nos está sucediendo, y esa atención, al venir del ego, está cargada de ansiedad, de miedo y de intento de control. Ocurre algo en nuestra vida que con la mente juzgamos como peligroso y entonces activamos millones de pensamientos para intentar controlar la experiencia, para intentar que desaparezca, para evitarla.

Cuando reaccionamos así ante algo que para nuestra mente es un desafío o un problema, generamos miedo, angustia y estrés. Lo hacemos porque desde el ego somos muy limitados y con la mente no sabemos soltar y fluir. Sin embargo, si recordamos que además de ego somos alma, si confiamos en que en nuestro interior existe una fuerza y una sabiduría que es la misma que hace que el sol salga o que podamos respirar sin ser conscientes de ello, entonces podremos afrontar nuestros desafíos desde un lugar completamente diferente.

Aquello donde yo pongo mi atención, crece. Si tengo un problema, si en mi vida hay algún desorden y yo llevo mi mente a ese lugar porque le doy vueltas en mi cabeza, porque me preocupo, porque quiero que se solucione y no sé qué hacer, eso que está desajustado crece, y mi ansiedad también. Sin embargo, si me hago consciente de que yo soy algo mucho más grande que mi personalidad y redirijo mi atención a la luz que existe en mi interior, si en mi mente me mantengo en la certeza de que, pese a la experiencia que estoy viviendo, yo soy amor, entonces estoy creando la posibilidad de que el desorden que hay en mi vida se transforme, que el caos, el problema o el desajuste, naturalmente vuelva a ser amor.

No somos conscientes del poder que tenemos, no somos conscientes de quiénes somos realmente, y por eso nos perdemos en intentar solucionar nuestra vida en vez de dejar que sea nuestra Divinidad quien se encargue de ella.

Que en tu mente solo haya espacio para el amor. Si estás enfermo, que tu atención esté puesta en la salud. Si en tu vida hay escasez, que tu atención esté puesta en la prosperidad.

Revisa qué quieres hacer crecer y redirige tu mente y tu atención a eso.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez

Photo by Jonatan Pie

DEJÉ DE CREÉRMELO

Dejé de defenderme cuando me di cuenta de que fuera nunca hubo guerra, de que la vida solo refleja lo que está ocurriendo en mi casa interna. Dejó de importarme que las cosas fuesen como yo quería y comencé a atreverme a vivir la vida tal y como es, sin ponerle la carga de mis expectativas.

Dejé de darle valor al sacrificio y a la lucha cuando entendí que la renuncia y el sufrimiento jamás tendrían recompensa. Dejé de tenerle miedo al “no”, a decir lo que pienso, lo que quiero y lo que siento. Dejó de importarme lo que los demás opinan de mí, lo que creen que soy. Me di cuenta de que sus juicios no me pertenecen a mí, sino a ellos.

Dejé de creer que el merecimiento depende de lo que yo haga o de lo que yo dé. Merecemos por ser. Dejé de desear que fueras diferente, que me quisieras como yo creí necesitar. Dejé de hacerlo cuando entendí que si quiero que algo cambie, el cambio empieza en mí. Dejé de victimizarme porque no me sentaba nada bien, porque es mucho más liberador comenzar a tomar decisiones y a responsabilizarme de quien soy. Dejé de sentirme culpable cuando aprendí a verme con compasión. Cuando me pedí perdón por cada juicio que hice contra mí.

Dejé de intentar controlar cuando acepté la muerte y la impermanencia de todo. Dejé de renunciar a lo que quiero y a lo que necesito al darme cuenta de que mi cuerpo enferma si estoy en deuda conmigo. Dejé de poner por delante a los demás y comencé a priorizarme a mí. Está siendo toda una revolución. Dejé de hacerle caso a mi mente, a ese murmullo incesante, castigador y limitante. No sirve para nada, es aburrido y muy frustrante. Dejó de importarme saber o tener razón. Me he dado cuenta de que soy mucho más libre y más feliz diciendo “no sé” o “me equivoqué”.

Dejé de cargar mis hombros con mochilas que no son mías. Lo justo es colocarlas en las espaldas de sus dueños. Nunca dejaré de tener miedo, pero sí, por fin, dejé de creérmelo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Mukuko Studio


EL ARTE DE PERMITIR

“Almu, permite que todo lo que es sea”. No sé cuántas veces, a lo largo de mi vida, habré escuchado esta frase. Lo que sí sé es la respuesta interna que siempre me provocaba. Desde luego, sentía rechazo, una profunda desconfianza y un pensamiento insistente que me decía: ¿Pero eso qué significa? ¿me convierto en una especie de ameba y no hago nada? ¿Cómo no voy a hacer nada? Almu, toda esta gente te está invitando a que sueltes el control y a que fluyas con la vida, pero eso para ti no es, tenlo claro, para ti no.

Por supuesto que para mí no, ¿cómo iba a introducirme en el arte de permitir si yo solo sabía vivir haciendo, produciendo, pensando, trabajando, fabricando, interviniendo, controlando y así, de paso, bloqueando e impidiendo? Hace muy poco tiempo que me he encontrado con la suficiente claridad interna como para entender y anclar, de verdad, el significado del arte de permitir.

Quizá, lo primero que haría sería poner en letra mayúscula la t de todo y la e de es: permite que "Todo lo que Es sea”. En mayúscula y en grande porque el arte de permitir tiene que ver con el arte de conectar y de dar espacio a lo Divino que existe en nosotros. El arte de permitir es la capacidad de abrirme a la experiencia de vivir siendo quien de verdad soy. Es ponerme a un lado, es apartarme del camino, es desvincularme de lo que piensa mi mente y de lo que dice mi miedo para generar así el suficiente vacío y que mi Yo Divino,-del que te hablé la pasada semana-, lo llene, tome las riendas y dirija mi vida.

"Todo lo que Es” se refiere a lo sagrado, lo grandioso, a ese poder ilimitado, infinitamente creador en el que habitamos y del que todos y cada uno de nosotros participamos. Permitir Todo lo que Es supone llegar a un estado de consciencia en el que sabemos, reconocemos y aceptamos que somos algo mucho más grande y poderoso que el miedo y las experiencias del ego. Para permitir, primero tenemos que aprender a relajarnos, tenemos que recordar lo que significaba confiar de verdad, tenemos que volver a sentirnos niños, inocentes, libres y presentes. Tenemos que volver a jugar.

A menudo me pregunto si, de verdad, permito que todo el amor, la felicidad, la plenitud, la salud, la prosperidad que Soy se manifiesten, si me siento lo suficientemente digna e inocente como para relajarme y soltar el férreo control de mi mente ¿Lo permito o me lo niego?

¿Lo permites o te lo niegas?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.




Photo by Gabriel Sánchez

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